Para que se dé un aprendizaje activo y
significativo hay que asegurar también que la motivación esté presente. Parece
claro que los objetivos a conseguir se pueden alcanzar mejor en torno a temas y
contenidos hacia los que los niños muestran curiosidad. Por tanto hay que hacer
un esfuerzo de escucha activa, mostrándonos atentos a aquellas cosas que
suscitan el interés de los niños y las niñas, y aprovechar estas circunstancias
para que los niños indaguen, representen, contrasten opiniones, ejerzan la
solidaridad…
- LA ACTIVIDAD Y LA EXPERIMENTACIÓN
La experimentación activa del medio físico
es una fuente esencial de conocimiento para los niños y las niñas. Estos
necesitan actuar sobre los objetos, comprobar el resultado de sus acciones
sobre materiales variados y en situaciones diversas. Es esta tarea exploratoria
el adulto tiene un papel importante, porque tiene que ser el mediador entre el
mundo de los objetos y el niño, poniéndoselos a su alcance, velando por evitar
riesgos o ayudándole a categorizar la realidad. Los más pequeños van a explorar
el ambiente sólo si se sienten suficientemente seguros, y esa seguridad se la
proporcionan sus figuras de apego e el aula. Entre los mayores, los compañeros
van a ser una fuente insustituible de iniciativas, contraste de opiniones,
etc..
La experimentación de los niños no se
limita a la manipulación, como en otros muchos casos, es una actividad global
que implica al lenguaje, la representación, las emociones y las relaciones con
los otros.
- EL VALOR EDUCATIVO DE LO COTIDIANO
La vida de los niños y niñas gira
mayoritariamente en torno al juego y a aquellas actividades destinadas a cubrir
sus necesidades básicas. Conocer las
necesidades de los niños pequeños es fundamental, y no hay nada más educativo
que satisfacerlas. El niño o la niña no pueden aprender a
cuidarse si el adulto no le enseña a hacerlo. Ninguna otra actividad tendrá una
consecuencia positiva, si no se asegura primero lo más básico, la salud y el
bienestar personal.
Todas las actividades cotidianas
(alimentación, higiene, descanso, acogidas y despedidas…) constituyen uno de
los ejes centrales para la organización y la globalización de aprendizajes.
Así, por ejemplo, la comida no sólo sirve para alimentarse o educar hábitos
saludables, sino que es un momento privilegiado para la comunicación, la
motricidad fina, la socialización…
En estas actividades
intervienen un cúmulo de sensaciones que les permite establecer toda una serie
de relaciones y asociaciones que les facilitan la adquisición de los primeros
conocimientos y la comprensión de lo que están viviendo. La repetición, la
ritualización que comportan, la posibilidad de relación individualizada con la
persona adulta, la ejercitación de su autonomía, la adquisición de hábitos… son
entre otros, algunos de los aspectos que las convierten en unas actividades no
sólo privilegiadas, sino también insustituibles para el desarrollo de las
capacidades y el aprendizaje de los niños y las niñas, así como para su
bienestar.
Por otra parte, atender las necesidades
básicas del niño, supone no sólo llevar a cabo las acciones que las cubran sino
también pensar en el modo más oportuno de hacerlo. Planificar la acción,
preparar los materiales y espacios, la actitud afectiva, la observación
permanente, el trato individualizado le dicen al niño que él es alguien
importante y le enseñan también a confiar en el mundo exterior.
- LA ATENCIÓN A LOS ASPECTOS RELACIONALES Y AFECTIVOS
Desde hace años se insiste en la necesidad
que tiene el niño de encontrar en la escuela un clima cálido en el que
fundamentar su seguridad afectiva, ya que todos sabemos que sin un cierto grado
de dicha seguridad, resulta enormemente difícil realizar con eficacia cualquier
tarea. Todo ello ocurre por unos complejos procesos biológicos que la química
orgánica ayuda a desvelar y que la investigación médica ha puesto de relieve en
los últimos años, como es el hecho de que las graves carencias afectivas en
estos primeros años producen alteraciones graves en el desarrollo biológico del
cerebro del niño, de manera semejante a como las graves carencias dietéticas
producen perturbaciones importantes e irreparables en el desarrollo del
organismo. Por tanto, la alimentación y cuidados higiénicos hacen posible el
desarrollo corporal del bebé. El clima afectivo hace posible la aparición,
desarrollo y funcionamiento de las estructuras biológicas que sostienen la
estructura psíquica del individuo.
Pero, ¿qué entendemos por seguridad
afectiva? La seguridad afectiva es el placer con que vive el niño o la niña el
proceso que empieza cuando desea algo o manifiesta una necesidad hasta su satisfacción.
Si matizamos más esta idea podemos traducirla en lo siguiente:
- El deseo y la necesidad tienen que ser la antesala de la satisfacción. El niño no puede percibir que las necesidades propias van a terminar generando insatisfacción porque son resueltas con frecuencia con la negación o son ignoradas.
- Cuando manifiestan o expresan una necesidad están reclamando la atención del adulto, y por tanto tiene que aparecer alguna señal comunicativa que le permita saberse escuchado. Esta atención incluye una indicación o señal de qué respuesta va a encontrar el niño y con qué grado de inmediatez.
- A la vez, el niño tiene que sentir que la posibilidad de ser escuchado no depende del grado de “intimidación” que pueda ejercer mediante comportamientos provocativos o insistentes
¿Qué dificultades hay en el ámbito de la
escuela? Las dificultades en el escuela
infantil parten de que normalmente los referentes, las señales y los códigos
afectivos parten de experiencias de relaciones privilegiadas, de relaciones en exclusividad,
y en la escuela el niño no cuenta ni con un grupo que a su escala sea tan
reducido, ni con facilidades para lograr una significativa adaptación a su
manera de ser, más bien va a ser él a quien intentaremos adaptar a la vida
escolar. Por tanto, estas van a ser las dificultades con las que nos vamos a
encontrar:
·
La necesidad de inmediatez que manifiestan
sentir los niños ante sus deseos, y lo difícil que es conseguir la calma en un
grupo en el que todos y cada uno siente “lo suyo” como absoluto y prioritario.
·
Las diversas interpretaciones que debemos dar a
la expresión de las necesidades por parte de los niños, desde la voz (gritos,
susurros, sollozos, palabra…), hasta el silencio, desde el movimiento hasta la
quietud, desde el acercamiento hasta la distancia, desde el bloqueo hasta la
agitación, desde el abatimiento hasta la hiperactividad, desde el recurso del
chupete hasta el mordisco… Todos ellos constituyen “peticiones” que se dirigen
al educador y que debe entender en su significado individual y colectivo.
·
La complejidad de atender en grupo y a la vez
todas las individualidades.
Todo esto requiere una profesionalidad de
los educadores que trabajan con estas edades, de su capacidad y sensibilidad
para captar la multiplicidad de expresiones
de los deseos y necesidades, que sepan hacer una lectura de su expresividad (de
su gesto, de sus palabras, de su tono…).
Aquí empieza, sólo empieza, el auténtico
camino de la autonomía: en la toma de conciencia de las propias emociones,
sentimientos, vivencias, deseos… y esa toma de conciencia sólo se consigue con
la atención a la expresividad de los niños y niñas. Porque escuchar, no significa complacer. Escuchar significa estar
atento, y saberse escuchado es saber que el otro ha entendido aquello que le
transmitimos.

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