miércoles, 18 de diciembre de 2013

La motivación, el interés y la curiosidad.



     Para que se dé un aprendizaje activo y significativo hay que asegurar también que la motivación esté presente. Parece claro que los objetivos a conseguir se pueden alcanzar mejor en torno a temas y contenidos hacia los que los niños muestran curiosidad. Por tanto hay que hacer un esfuerzo de escucha activa, mostrándonos atentos a aquellas cosas que suscitan el interés de los niños y las niñas, y aprovechar estas circunstancias para que los niños indaguen, representen, contrasten opiniones, ejerzan la solidaridad…

  • LA ACTIVIDAD Y LA EXPERIMENTACIÓN

     La experimentación activa del medio físico es una fuente esencial de conocimiento para los niños y las niñas. Estos necesitan actuar sobre los objetos, comprobar el resultado de sus acciones sobre materiales variados y en situaciones diversas. Es esta tarea exploratoria el adulto tiene un papel importante, porque tiene que ser el mediador entre el mundo de los objetos y el niño, poniéndoselos a su alcance, velando por evitar riesgos o ayudándole a categorizar la realidad. Los más pequeños van a explorar el ambiente sólo si se sienten suficientemente seguros, y esa seguridad se la proporcionan sus figuras de apego e el aula. Entre los mayores, los compañeros van a ser una fuente insustituible de iniciativas, contraste de opiniones, etc..
     La experimentación de los niños no se limita a la manipulación, como en otros muchos casos, es una actividad global que implica al lenguaje, la representación, las emociones y las relaciones con los otros.

  • EL VALOR EDUCATIVO DE LO COTIDIANO

     La vida de los niños y niñas gira mayoritariamente en torno al juego y a aquellas actividades destinadas a cubrir sus necesidades básicas. Conocer las necesidades de los niños pequeños es fundamental, y no hay nada más educativo que satisfacerlas. El niño o la niña no pueden aprender a cuidarse si el adulto no le enseña a hacerlo. Ninguna otra actividad tendrá una consecuencia positiva, si no se asegura primero lo más básico, la salud y el bienestar personal.
     Todas las actividades cotidianas (alimentación, higiene, descanso, acogidas y despedidas…) constituyen uno de los ejes centrales para la organización y la globalización de aprendizajes. Así, por ejemplo, la comida no sólo sirve para alimentarse o educar hábitos saludables, sino que es un momento privilegiado para la comunicación, la motricidad fina, la socialización…  
     En estas actividades intervienen un cúmulo de sensaciones que les permite establecer toda una serie de relaciones y asociaciones que les facilitan la adquisición de los primeros conocimientos y la comprensión de lo que están viviendo. La repetición, la ritualización que comportan, la posibilidad de relación individualizada con la persona adulta, la ejercitación de su autonomía, la adquisición de hábitos… son entre otros, algunos de los aspectos que las convierten en unas actividades no sólo privilegiadas, sino también insustituibles para el desarrollo de las capacidades y el aprendizaje de los niños y las niñas, así como para su bienestar.
      Por otra parte, atender las necesidades básicas del niño, supone no sólo llevar a cabo las acciones que las cubran sino también pensar en el modo más oportuno de hacerlo. Planificar la acción, preparar los materiales y espacios, la actitud afectiva, la observación permanente, el trato individualizado le dicen al niño que él es alguien importante y le enseñan también a confiar en el mundo exterior.

  • LA ATENCIÓN A LOS ASPECTOS RELACIONALES Y AFECTIVOS

     Desde hace años se insiste en la necesidad que tiene el niño de encontrar en la escuela un clima cálido en el que fundamentar su seguridad afectiva, ya que todos sabemos que sin un cierto grado de dicha seguridad, resulta enormemente difícil realizar con eficacia cualquier tarea. Todo ello ocurre por unos complejos procesos biológicos que la química orgánica ayuda a desvelar y que la investigación médica ha puesto de relieve en los últimos años, como es el hecho de que las graves carencias afectivas en estos primeros años producen alteraciones graves en el desarrollo biológico del cerebro del niño, de manera semejante a como las graves carencias dietéticas producen perturbaciones importantes e irreparables en el desarrollo del organismo. Por tanto, la alimentación y cuidados higiénicos hacen posible el desarrollo corporal del bebé. El clima afectivo hace posible la aparición, desarrollo y funcionamiento de las estructuras biológicas que sostienen la estructura psíquica del individuo.

     Pero, ¿qué entendemos por seguridad afectiva? La seguridad afectiva es el placer con que vive el niño o la niña el proceso que empieza cuando desea algo o manifiesta una necesidad hasta su satisfacción. Si matizamos más esta idea podemos traducirla en lo siguiente:
  • El deseo y la necesidad tienen que ser la antesala de la satisfacción. El niño no puede percibir que las necesidades propias van a terminar generando insatisfacción porque son resueltas con frecuencia con la negación o son ignoradas.
  • Cuando manifiestan o expresan una necesidad están reclamando la atención del adulto, y por tanto tiene que aparecer alguna señal comunicativa que le permita saberse escuchado. Esta atención incluye una indicación o señal de qué respuesta va a encontrar el niño y con qué grado de inmediatez.
  • A la vez, el niño tiene que sentir que la posibilidad de ser escuchado no depende del grado de “intimidación” que  pueda ejercer mediante comportamientos provocativos o insistentes

     ¿Qué dificultades hay en el ámbito de la escuela?  Las dificultades en el escuela infantil parten de que normalmente los referentes, las señales y los códigos afectivos parten de experiencias de relaciones privilegiadas, de relaciones en exclusividad, y en la escuela el niño no cuenta ni con un grupo que a su escala sea tan reducido, ni con facilidades para lograr una significativa adaptación a su manera de ser, más bien va a ser él a quien intentaremos adaptar a la vida escolar. Por tanto, estas van a ser las dificultades con las que nos vamos a encontrar:
·         La necesidad de inmediatez que manifiestan sentir los niños ante sus deseos, y lo difícil que es conseguir la calma en un grupo en el que todos y cada uno siente “lo suyo” como absoluto y prioritario.
·         Las diversas interpretaciones que debemos dar a la expresión de las necesidades por parte de los niños, desde la voz (gritos, susurros, sollozos, palabra…), hasta el silencio, desde el movimiento hasta la quietud, desde el acercamiento hasta la distancia, desde el bloqueo hasta la agitación, desde el abatimiento hasta la hiperactividad, desde el recurso del chupete hasta el mordisco… Todos ellos constituyen “peticiones” que se dirigen al educador y que debe entender en su significado individual y colectivo.
·         La complejidad de atender en grupo y a la vez todas las individualidades.

     Todo esto requiere una profesionalidad de los educadores que trabajan con estas edades, de su capacidad y sensibilidad para captar la multiplicidad de  expresiones de los deseos y necesidades, que sepan hacer una lectura de su expresividad (de su gesto, de sus palabras, de su tono…).
     Aquí empieza, sólo empieza, el auténtico camino de la autonomía: en la toma de conciencia de las propias emociones, sentimientos, vivencias, deseos… y esa toma de conciencia sólo se consigue con la atención a la expresividad de los niños y niñas. Porque escuchar, no significa complacer. Escuchar significa estar atento, y saberse escuchado es saber que el otro ha entendido aquello que le transmitimos.
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